Te encontré. Sin
buscarte, sin llamarte, sin pensarte. Días atrás mientras caminaba por esas
calles viejas llenas de historias, las que a casi nadie le gusta transitar y
cuando lo hacen no se detienen para admirar la belleza que hay detrás de sus
historias. Cómplice de tal acusación iba yo. Con la mirada agachada, de ese
modo avanzaría con cada paso dispuesta a ponerle fin a una semana tan
ajetreada. Pero tuve que llegar a ese punto donde o levanto la mirada o permito
ser arrollada. Mientras esperaba a que algún “samaritano” (y no precisamente
ese que alude a las personas de tal pueblo) me diera paso, te divise al otro
lado de la calle. Llevabas unos mahonés oscuro y una T-shirt de cuello v color
negra, enmarcando tu cuerpo. Ese que aún no olvido.
Fue cuando pensé en ti, después de mucho
tiempo. Y pensé en mí. En la última vez que te vi y no fui capaz de decir
otra cosa que no fuera “Hola”. A mi mente saltaron preguntas inquietas. “¿Habrás
pensado en mí en todo este tiempo? ¿Habrás regresado a mi antiguo trabajo para
comprar frutas que ya no comes con la única excusa de encontrarte conmigo? ¿Te
habrás olvidado de mí, de mi nombre?” Tenía que averiguarlo, no podía dejar
pasar nuevamente el tiempo sin saber de ti. Cuando me disponía a cruzar para
llegar donde te encontrabas, el miedo se apodero de mí. Me paralice en medio de
la calle. Mi mente se quedó en blanco y olvide caminar. Fue el timbre de aquel
auto conducido por un hombre con deseos de llegar pronto a su lugar destinado,
quien me hizo regresar a la realidad y retroceder en mis propios pasos. Me
disculpe apresuradamente. Te busque con la mirada pero ya no estabas. La
pesadez y la angustia invadieron mi cuerpo. Sabía que pasaría mucho tiempo para
volver a verte. Mis pasos fueron disminuyendo y con ellos la prisa de ponerle
fin a ese viernes… Tenía mucho en que pensar.
***
Garo es extraño pensarte. Pensarte de
una manera como no lo hacía antes. No sé, me gusta el Garo que aparece en mis
pensamientos, que es el mismo que he conocido siempre, pero no es hasta ahora
que lo entiendo. Aquel encuentro en el que no me vistes ha revolcado todo mi
presente. La angustia está presente día a día. No se siente como la última vez
que solo fui capaz de decir “hola”. Ese día era nervios. Hoy es miedo.
Me apresuro a vestirme. Al mirarme en el
espejo pensé en ti. Llevo mahonés, blusa a rayas con botones, ballerinas, pelo
alborotado y el recuerdo de las veces que me veías vestida así y me decías al
oído lo hermosa que era. A decir verdad, en ese momento tus palabras para mí
tenían importancia pero no las entendía. Como aquella vez que estabas sentado
frente a la facultad de Ciencias Médicas, la sombra de aquellos árboles jugaban
haciéndote tonos de piel y lucías hermoso, nervioso. Me acerqué, te rodee con
mis brazos, podía sentir tus nervios, pero preferí ignorarlos. Te reclamé por
el tiempo que no habíamos pasado juntos las últimas dos semanas y tú con una
pequeña sonrisa en los labios dijiste que me lo recompensarías “¡Te
lo prometo!”
Hoy mientras caminaba hacía el examen
que definiría todo lo que he sacrificado pensé en ti. No pude hacer nada para
que la tristeza no me invadiera. Me examinaba y mi conciencia también lo hacía.
Me di cuenta mi querido Garo que no había querido ver lo mucho que me amabas.
Y no te dejé recompensarme. Ese día dije
muchas cosas que te dolieron pero hoy es a mí a quien queman. Te deje marchar
sintiéndote culpable. Sin querer entender lo importante que era para ti tu
futuro, en el que me habías incluido y yo por inmadura, impaciente estaba
derrumbando. Creía que te entendía y tú a mí no. Pero era todo lo contrario.
Recompénsame mi Garo, lo prometiste.
Recompénsame para poder decirte “lo siento”.
Recompénsame para saber de ti.
Recompénsame mi Garo para que esta culpa deje de doler. Recompénsame mi Garo
para poder recompensarte, mi amor. - Yesenia FG 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario