jueves, 9 de abril de 2015

Todo aquí tiene forma de mundo, de historias



He pegado frente a este escritorio, un mapa de Estados Unidos. Pensé que de esta forma podía ver todas las noches al sentarme aquí, un pequeño espacio donde ustedes habitan. Han sido varios meses sin sus presencias y sin escuchar sus risas. Sé que están y que son, pero extraño nuestras conversaciones.

He comprado una caja en forma de maleta, empapelada con el mapa del mundo. En ella guardo las cartas que solíamos enviarnos.

Junto aquí, una mesita que soporta todo el peso que provoca un globo terráqueo, y un marco que sostiene nuestra primera foto juntas, aquella tarde del 4 de abril de 2012. Nos acompaña el libro “Los Suspiros de la Vieja Ciudad”. Ese libro que es tan personal e importante, un libro que solo pocos tenemos y que pertenece a ella, nuestra amiga.

Todo aquí tiene forma de mundo, de historias. Ustedes tan presentes aquí. Todas tan distintas pero extrañamente unidas por ese Hilo Rojo, que cuenta Historias sobre Todos y Comparte Silencios. Que tan lejos estamos físicamente una de todas. Pero que tan cercanas las siento hoy de mí.

Todo aquí tiene forma de mundo, de historias. Esas historias que solo las amigas podemos contar. Aquellas que se construyen al pasar el tiempo. Como aquella vez que nos encontramos por primera vez y subimos a la azotea prohibida de aquel quinto piso. Quizás, como aquella historia que construimos sin pensarlo mientras frente a todos en el Morro bailábamos, nos reíamos, como si fuéramos las únicas en ese lugar. Momentos inolvidables que vivimos aquél día de verano que bajo un torrente nos encontrábamos en un camino que no sabíamos hacía donde nos llevaría y hablábamos de que quizás un personaje parecido a Jason nos seguía. Historias como aquella vez que en medio de la carretera nos detuvimos y comenzamos a saltar para capturar el momento. Quizás, aquella historia como cuando entramos en una finca ajena, y nos creíamos modelos mientras capturábamos el momento dentro del pastizal y al escuchar una sirena que pensábamos que eran los policías, comenzamos a correr. Esas historias de amigas de las que se viven en la Vieja Ciudad, donde en la noche brindábamos por nuestra amistad y hacíamos testigos de nuestras risas aquellos amigos que como nosotras también estaban creando historias. Historias que nacen del querer hacer aunque no logremos. Como esa vez, la última que compartimos, queríamos ver el amanecer en el Morro, pero nuestro cansancio fue mayor que no nos despertamos.

Todo aquí tiene forma de mundo, de historias. Aunque todas ellas estén construidas aquí, en el ayer, tengo la esperanza, que alguno de estos días cerraré mi maleta y llegaré donde cada una de ustedes para que no olvidemos que también allá se construye historias.  



Fotos por: 

sábado, 4 de abril de 2015

Lo dual que llevamos dentro

"Más allá de mi espíritu
un eco involuntario se complace
en repetir la idea que avanza sin pudor, desnuda de tragedia;
y mi nombre gastado 
le da la mano al tiempo"- Julia de Burgos



Estos días han sido un tanto difícil para mi. Un sube y baja de emociones y sentimientos que en efecto a veces  me asusta. Suelo ser una persona que al parecer vive montada en una montaña rusa. Nadie sabe como reaccionare a “tal cosa”. Reconozco tener varias personalidades y estas se ven reflejadas según el lugar y con las personas que me encuentre. Por lo general, siempre estoy con una cara seria, aparentando estar molesta y en ocasiones ni sé por qué. Puedo tener un carácter ogroso, hablar fuerte y ser muy creativa enfrentando a las personas. Pero balanceando los platos, me auto-nomino “calcuta”. La palabra NO, aveces esta ausente en mi vocabulario y cuando estoy en busca de ella, aparecen los cargos de conciencia, quienes me gritan “si puedes hacerlo, por qué decir que no”. Soy extremadamente sentimental queriendo resolver las vidas de los demás. Esto me lleva a meterme en problemas que ni al caso conmigo, pero siempre estoy como el arroz con gandules en cada fiesta de los puertorriqueños.

Siento temor. A pesar de ser así, muy yo, porque aveces no sé como describirme, me entrego demasiado a las personas que aprecio. Soy extremista, desmedida y reconozco que me duele el saber que no recibo ni la mitad de ese afecto por parte de alguno. Vivo con la lucha de que “uno da sin esperar recibir nada a cambio”, pero sé que es mentira. Uno da siempre anhelando ser amado de la misma forma. Puedo tratar con amabilidad, responsabilidad a una persona anhelando que se de cuenta de lo importante que es en mi vida y la aportación positiva que ha tenido en mí su presencia. Y esto a veces me hace ser una persona sorda. Quien no se da cuenta de las acciones y tono de voz que emplean para dirigirse hacía mi. Cuando me percato, me frustra el pensamiento que esto ha sido provocado por mis propios actos. Por querer que me quieran y no saber medir mis sentimientos.


Y se siente feo, pero a su vez una ola de satisfacción cubre mi ser. Porque dudosamente una persona puede llegar ser como yo. Tengo el placer de ser tan cristalina y ser el reflejo que molesta a quienes no soportan ver lo dual que llevan dentro. Mi corazón anhela atención, afecto, mientras que mi alma se conforma solo con dar lo mejor de sí.