Abril
llego dando pasos fuertes con sus tacos de maderas.
Su
frente en alto, creyéndose capaz de lidiar con mis pesares.
Abril llegaste y te
pensabas intocable. Moviendo tus caderas al son del viento, vestida de hojas
secas. Tus treinta largos suspiros y mi piel por cada uno palidecía.
Abril llegaste y contigo mis inseguridades se
hacían más grandes. Por cada paso una herida. Por cada sondeo una brecha. Cada
mensaje, envuelto en palabras escritas, en miradas distantes, en sonrisas
apagadas, cada todo y una de ellas me recordaban Abril, que no sería fácil
lidiar contigo.
Abril llegaste y sin
consultar comenzaste a cambiar mi espacio y mi tiempo. Estableciste la
definición de cada lágrima que rodaría por mi mejilla a partir de tu llegada. Los
días con tu presencia, no sabían la hora y las noches cada vez eran más largas
y calurosas.
Abril
llegaste y me empujaste al vacío.
Entonces llego Mayo.
Tan firme y recta. Sus decisiones en mí no tuvieron estrago. Sus treintaiuna
mirada que en mi se posaron no tuvieron un efecto mayor que el tuyo Abril. Todo
aquí seguía igual. Una piel seca, sin brillo. Una mirada sin luz. Un hueco
oscuro en el estómago que se negaba a cerrarse.
Fui indiferente para
Mayo. Pero ella para mí, fue solo un intento de respiro. Junto a ella, los días
y las noches eran más largos. Por tu culpa Abril, mis pensamientos estaban
comprometidos. No pude darme cuenta que pronto llegaría Junio y no tendría
respuesta para sus preguntas.