sábado, 4 de enero de 2014

Entre Sabanas Blancas (Novela) *Sin editar***



"Sentado bajo el árbol, el más grande y hermoso del parque, estaba él, escribiendo una carta para su amada. En ese momento no sabía que escribía, pero luego, los años se encargaron de contarme su historia y la mía".


15 de diciembre 1965

Hoy es uno de esos días que no me importa nada, pero todo. Que siento frío pero ando descalzo y sin abrigo. Que la vida me sonríe pero le doy la espalda...
Hoy es uno de esos días que lo quiero todo pero nada. Que me comería el mundo pero no me muevo. Que bailaría bajo la lluvia pero no me arriesgo...
Hoy es uno de esos días que no sé quien soy pero grito mi nombre con orgullo...
Hoy es uno de esos días que te amo... pero no te tengo...

por siempre, el que te amara y no dejara de hacerlo.
Yo


Capitulo 1 "Desde mi Ventana"

Su rostro reflejaba tristeza. Aquel pobre hombre, debía estar pasando un mal momento. Yo lo miraba desde mi ventana, ocultándome entre las cortinas de muselina color blancas que las adornaba. Sentía que mi corazón latía con más fuerza. Podría jurar que en ese momento pensaba que se me iba a salir.

Verlo allí con su mochila, lápices, libreta en mano, escribiendo con sus lágrimas rodando por su mejilla. Aquella imagen me hizo amarlo sin conocerlo. Desearlo y esperarlo. Mientras más lo contemplaba en silencio, más deseaba saber que escribía. ¿Por qué estaba tan hundido en sus pensamientos?... Quien fuera la mujer a la que él le escribía, debía ser fría e inmoral para hacerlo sentir tan triste y desdichado.

Entre suspiro, pasaba el tiempo y justo cuando él se disponía a levantarse para marcharse, mi madre me sorprende mirando por la ventana.
-¿Qué tanto mirabas por la ventana?
-Nada, solo buscaba respirar aire fresco.
Suerte que cuando se acerco él ya no estaba.

...

Los ojos de mi madre no tenían el mismo brillo que en la mañana. Pensé que quizás estaba cansada o por enfermarse. Su acercamiento fue seco y distante. En ese momento no me percate que intentaba esconder su tristeza. ¡Pobre! Ahora que lo pienso ella nunca estuvo de acuerdo...

-¡Hija! Arréglate, a la hora de la cena tendremos unos invitados muy especiales. No te preocupes por tus responsabilidades en la cocina, tu tía Emma vendrá ayudarnos.
-¿Quienes son esos invitados especiales?- Le pregunte a mi madre intentando ignorar su tono de voz triste,  incomodo.
-Cariño, no te preocupes por saber quienes son desde ahora. En su momento los conocerás. Ahora encárgate solo de arreglarte y verte hermosa.- Se despidió de mi, dándome un beso en la frente. - Te amo.


Le sonreí. Cuando ella salio de mi habitación, regrese a la ventana para ver si aquel chico del rostro triste había olvidado algo que lo hiciera regresar. Pero ya no estaba. Entonces mi cuerpo se dirigió al baño, me duche, me tire en la cama pero mi mente solo pensaba en él. ¿Es posible que me halla enamorado a primera vista?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por los pequeños golpecitos que dieron en la puerta de mi cuarto.

-Hija no tardes en bajar.
-No te preocupes papá, estoy en un momento.
-¿Qué es ese escándalo? ¿No me digas que aún no te has vestido por andar tirada en la cama soñando despierta?
Mi risa me delato. Mi padre me conocía mejor que nadie. Era un hombre sabio, amable, muy respetuoso y respetado en el pueblo. Comencé a correr por todo el cuarto hasta estar lista.

...

De pies en el borde del primer escalón de las largas escaleras en mármol que recorren de un piso al otro hasta llegar al comedor, me encontraba. No sabía porque mi pulso se aceleraba. Sentía como poco a poco un nerviosismo se apoderaba de mis pies, subía bruscamente por mi cintura. Lo podía sentir como calentaba el húmero hasta llegar a mi garganta convirtiéndose en un gran nudo que me imposibilitaba respirar. Solo podía tener conciencia de como poco a poco perdía la sensibilidad en mi cuerpo. Comencé a ver nublado y todo a mi alrededor giraba. ¿Qué sucede? gritaba mi mente. ¿Como era posible que ya no podía escuchar escuchar nada, ni siquiera los latidos de mi corazón que corrían a la velocidad de cientos de caballos huyendo del peligro?... Justo cuando sentí que me iba a desmayar, una cálida mano que rozo mi hombro, me trajo devuelta. Era como si en ese pequeño contacto me devolvieron toda la tranquilidad que me arrebato el miedo y el presentimiento de que mi vida ya no volvería ser como antes.

Siempre sus ojos habían sido mi espejo. Todo lo que necesitaba saber, lo conocía a través de su mirada pura, cristalina. Pero al igual que los ojos de mi madre, no tenían el mismo brillo que en la mañana. ¿Qué estaba ocurriendo? Me preguntaba una y otra vez hasta reflejar mi angustia en el rostro.

-¿Qué te sucede mi niña? Estas muy pálida. Deseas que te traiga un té?
-No. ¡Gracias! Así estoy bien, solo que...- Analice las palabras que iba a desvestir, sabía que no eran adecuadas y preferí dar por terminada lo que se podía convertir en una larga conversación donde mi monologó iba a predominar.- olvídalo.

-¡Hija!- Se escucho la voz de mi padre desde la puerta principal - Nuestros invitados acaban de llegar y desean conocerte.

No sabía si alegrarme por escuchar a mi padre salvarme de la inquietud que acababa de provocar en ella, o nuevamente sentir los efectos del nerviosismo. La realidad es que no tuve tiempo para elegir ni la primera o segunda opción, porque cuando me percate, ya estaba junto a mi padre. Nunca supe como llegue allí.


Todo "al parecer" había salido como mi padre lo esperaba. A la hora del té no se hablaba de otra cosa que no fuera de la cena y de los Luvices. Solo ella y yo permanecíamos en silencio, escuchando los argumentos de mi padre, madre y mi tía. Estábamos tan hundidas en nuestros pensamiento que poco a poco las palabras tan eufóricas de los adultos se convirtieron solo en susurro.


No recuerdo muy bien cual fue mi expresión cuando me vi parada frente a esa familia tan elegante, educada, respetada. Salude con la mano al Sr. de los cabellos de algodón. Tan blanco, tan perfecto que me dieron deseos de tocarlos para asegurarme que eran cabellos reales. Su esposa se acerco a mi y me dio un beso en la mejilla marcando sus rojos labios, imposibles de quitar con servilleta húmeda. Me atrevería apostar que al siguiente día aún quedaba restos de su carmín en mis pálidos cachetes. Entonces cuando lo vi, sentí que mis piernas no tenían fuerzas para mantenerse en pies. Nuevamente la respiración se me entre-corto, pero esta vez sentía que sudaba frío. Muy frío... Mi madre se adelanto a mis deseos de salir huyendo, ¿pero porque deseaba huir? 
¿A caso no era él lo que deseaba en la mañana?


-Por favor, pasen al comedor. Deben tener mucha hambre. Hemos preparado...


No escuche nada más. Desde ese instante mis movimientos fueron automáticos. No probé bocado alguno, solo acerque la copa de agua varias veces a mi boca para disminuir la sequedad que los nervios me provocaban. Seguramente mi padre se molestaría al ver mi comportamiento tan extraño, pero al parecer no tenía tiempo para fijarse en esos detalles. Eso me alivio bastante.


Dentro de mi estado robótico - fuera de este mundo -  Arropada por nerviosismo-y en ocasiones - falta de aire; la mirada perdida, llorosa, casi muerta de mi hermana llamaron mi atención. Ahora era ella quien estaba pálida. Podría creer que sui piel estaba helada y no levantaba su mirada más allá del plato. ¡Pobre! ¿Qué estará pensando? ¿Se irá a enfermar? No dejaba de formularme preguntas. Era tan raro verla así. Ella tan hermosa, elegante, educada, inteligente. Siempre tan conversadora... El día antes, en la mañana había llegado de Reino Unido, estudiaba en Oxford University. Pasaría sus vacaciones de navidad con nosotros. Eso me llenaba de alegría. Realmente extrañaba a mi hermana y no deseaba que el poco tiempo que teníamos para compartir se viera nublado por alguna enfermedad.

...

Recuerdo que esa noche permanecí sentada en el suelo, al lado del tocador blanco de madera que hacía juego con mi cama. Todos dormían menos yo. Todo en mi mente era confuso. Intentaba recordar lo que se hablo durante la cena, pero me parecía extraño que solo mi padre y su padre hablaran alegremente. Mi madre tenía una expresión casi muerta al igual que su madre. Él, en cambio, no recuerdo. Ni siquiera tuve el valor de mirarlo a la cara. ¿Por qué estaba en mi casa, con su familia? ¿Qué estábamos celebrando? Dentro de todo lo ocurrido, que por cierto, me parecía un tanto extraño, lo más que me impaciento fue mi hermana. No gesticulo palabra alguna durante la cena ni en la hora del té. ¿A caso estaba tan confundida como yo? ¿Sabía algo que yo desconocía?... Las horas pasaron lentas y yo no pude conciliar el sueño hasta las 4:00am

-¡Que aspecto tienes! Niña mírate. ¿No dormiste bien toda la noche? Luces peor que tu hermana y eso es mucho decir.

Mire a mi hermana que en ese momento se estaba llevando una rebanada de pan a la boca. Mi padre realmente tenía razón. Lucía cansada. Tenía grande ojeras y sus ojos daban la impresión que se había desvelado toda la noche llorando... Sacudí la cabeza en gesto de negación. Sentía que me iba a estallar. Mis ojos tenían un aspecto desconcertante. Mi pelo parecía a la melena de un león... Desayune lo más rápido que pude. Me arregle a toda prisa y puse en marcha mi plan de acción pautado por mi madre...

Primero fui al mercado en busca de verduras frescas. Mi madre quería preparar de almuerzo batatas en escabeches con bacalao en salsa de berenjena. Después me dirigí a la capilla para entregarle una carta al Padre Benito. En ese momento nada me parecía extraño, pensaba que mis padres lo estaban invitando a cenar el día de Noche Buena. Padre Benito era muy amigo de la familia y nos recordaba con mucho cariño.

Cuando llegue a la casa, mi madre y hermana me estaban esperando para comenzar a preparar el almuerzo. Estuvimos el tiempo que duró la preparación en silencio. El ambiente estaba tenso. Algo dentro de mi, decía que todo tenía que ver conmigo, pero yo no tenía idea del porque.

Mientras almorzábamos, el cartero llamo a la puerta. Conteste su llamado y recibí dos cartas. Una dirigida a toda la Familia Gandalf y otra a mi hermana Alexxa. Aquella carta, su carta, tenía una letra hermosa que nunca había visto. El nombre de mi hermana escrito tan perfecto en ese sobre color rosado. El mismo color rosa que conserva los bebes en sus mejillas al nacer. Perfumado suavemente con el olor de la lavanda... La primera carta tenía como remitente el apellido de los Luvice. Nos invitaban a cenar el 24 de diciembre a las 6:00pm en su casa. En ese momento pensé que sería imposible asistir porque nosotros también tendríamos una cena ese día y habíamos invitado al Padre Benito. Yo misma "entregue" la invitación.

No puedo negar que en un momento desee que mis padres aceptaran la invitación, pero no sabía porque cuando pensaba en él y en su familia sentía un nudo en la garganta que me imposibilitaba respirar. Y era así como se marchitaban las ganas de volverlo a ver.

...

Me desperté en la madrugada, en busca de un vaso con agua. Mientras bajaba las escaleras creí escuchar unas voces que salían en dirección de la puerta del "family" que se conectaba con el jardín principal. Una de ellas [las voces] me era familiar pero no preste atención. Saciada mi sed, me dirigía al cuarto pero unos sollozos me hicieron cambiar de decisión. Con cautela, me acerque al umbral de la puerta y veo a mi hermana llorando con una mano en el pecho y otra cubriéndose el rostro... Otra ves el miedo paralizo cualquier idea de movimiento que deseaba mi cuerpo. Sentí como una brisa entro por la ventana aún abierta, revolviendo todo a su paso hasta chocar con mi rostro. Todo sucedió muy rápido pero en cámara lenta. Cuando al fin entre en mí, no logré alcanzar ver con quien mi hermana hablaba. solo quedo el celaje de aquella persona que desapareció entre la sabana negra que cubre la noche.

-¿Qué sucede? ¿Estas bien? ¿Con quien hablabas?
Mi hermana solo tuvo fuerzas para levantar su mirada, tocar mi mejilla y decirme, "no le digas a mamá que me vistes llorar". Seco sus lágrimas, me beso la frente y en silencio se dirigió a su cuarto... No sé porque me sentía tan extraña, tan culpable.

...

Como todos los jueves, preparaba mi "cake" de fresa. Luego de estar horneado lo cubría con puré de guineo que yo misma confeccionaba. En realidad era nuestro pastel favorito, el de ella y mio. Pero su sabor no era igual. Aquel pastel tenía un ligero sabor a melancolía, a secretos... Ya había pasado una semana desde que vía a mi hermana llorar, desde que recibió esa carta y desde que fuimos invitados a cenar con la familia Luvices. Desde entonces mi hermana no salía de su habitación, solo para cenar. Había bajado mucho de peso. Su piel estaba pálida, ligeramente verdosa. Su sonrisa estaba seca. En la cena a penas tocaba la comida. Cuando me miraba a los ojos intentaba regalarme una sonrisa pero ya no tenía piel en su rostro, sus ojos brillaban pero no de alegría. Era como si fuera lo ultimo que me podía regalar. Mi padre al verla tan cambiada, le preguntaba que ocurría y ella con un fino hilo de voz contestaba que estaba en medio de una investigación para la universidad y que requería mucha dedicación. Que casi no se podía concentrar y estaba estudiando la posibilidad de regresar antes a Reino Unido.

...

No me sorprendió cuando mi padre nos informo que celebraríamos Noche Buena en casa de los Louvices. Mi corazón saltaba de alegría, aunque en ocasiones confundía la alegría por nerviosismo y viceversa. Eso ocurría con mucha frecuencia, estos últimos días. No dejaba de soñar con ese encuentro. Con ese chico, el que me robo mis pensamientos cuando lo vi desde mi ventana. A veces mis sueños tenían sabores agradables, pero en otros pequeños momentos se convertían en sueños con sabor amargo que me arrojaban sentimientos de culpabilidad que invadían mi respiración. 

Aún no había visto mi imagen en aquel gran espejo redondo con bordes dorados cubierto de perlas de agua dulce que heredo mi madre de su abuela. Ella decía que en celebraciones especiales, antes de salir, debíamos mirar nuestros reflejos en ese gran espejo. De esta forma, nunca, nadie podría herir lo que eramos y presentábamos. Lo que sintiéramos al vernos importaba mucho más de lo que podíamos escuchar opinar los demás sobre nosotros.

Estaba emocionada. Cuando pude ver a mi hermana a través del reflejo del espejo, me quede sin aliento. Estaba tan... hermosa. No es que ella no lo fuera, es que solo... se veía más hermosa que nunca. Una dama perfecta. Aquel traje de seda ajustado a su cintura, color azul como el cielo, hacía juego con su cabello rubio besado por el sol, ondulado a nivel de su cintura. Llevaba un broche de perlas que recogía un poco su cabello para que no cayera sobre sus ojos. Su piel lucia tan suave, tan rosada, como la piel de un bebe. Había perdido 7 libras desde que llego, pero aún así, se veía perfecta... Mi madre era toda una dama de honor. Todas las señoras de su edad las envidiaba por lucir tan joven, tan llena de vida y ese día no era la excepción. Mi padre era toda un galón. Podía andar en trapos y aún así levantaba miradas en mujeres y jóvenes... Llego mi turno para mirarme en el espejo. Estaba nerviosa. Luego de ver a mi hermana dudaba que me gustaría lo que vería en el espejo.

La Sra. Louvices cocinaba muy rico. Debo reconocer que nunca había visto una cena de Noche Buena que luciera y supiera tan bien. La reunión parecía tener al Sr. Louvices y a mi padre muy entretenidos. La Sra Louvices, mi madre y Alexxa parecían estar en otro lugar. Permanecían calladas, distantes, con ojos lloros escuchando las grandes "hazañas"del Sr Louvices y el Sr. Gandalf. Por otro lado Él escuchaba con atención al Padre Benito que fue invitado a esta "gran cena". Yo, en cambio, no podía dejar de entrelazar mis dedos y mover el pulgar hacía al frente y hacía atrás como creando pequeños círculos.

Tink- Tink- Tink

El choque del tenedor en la copa del Sr. Louvices me trajo de vuelta a la realidad. Tomo de la mano a su esposa la Sra. Miranda de Louvices y con un gesto amable nos invito a ponernos todos de pies. Llama a su hijo y este se ubica a su lado, quedando frente a mi y a mis padres. Con la copa en alto comienza un largo discurso. Sinceramente, no preste atención a nada de lo que decían. Estaba muy ocupada pensando en mi nerviosismo y buscando un punto fijo por toda la casa para no verlo. 

-Cariño ¿estas bien?- Pregunto mi padre. - ¿Estas soñando despierta otra vez?- Me dijo en voz baja, pegándose a mi oído. Tomo mi mano fuerte de pronto todos estaban formando un circulo. Yo estaba en medio y mi corazón latía con tanta fuerza que pensaba que ellos lo podrían escuchar. 

-Estamos reunidos hoy 24 de diciembre celebrando Noche Buena. Nosotros la familia Louvices, estamos muy agradecidos con la familia Gandalf. Es por esto y por el gran afecto que tenemos hacía ustedes que hoy mi hijo tiene unas palabras que decir.

¿De que se trataba todo esto? ¿Por qué mi padre pide que me quede en medio de todos y se retira de mi lado? El Sr. Louvices y mi padre parecen muy emocionados pero en cambio Él... su rostro refleja tristeza. Mi madre tiene sus ojos cristalizados y toma de la mano fuerte a mi hermana, que cada vez más, parece distante, ausente. Su piel palidece con los segundos. ¿De que trata todo esto? ¿Qué tiene que ver conmigo? ¡Oh Dios! ¿Él se abra dado cuenta que lo observaba desde mi ventana? ¿Será de eso que  quiere hablar? ¡Ahhhhh! Que torpe soy. No debí observar. Pero si mi madre y hermana saben de esto, no se los perdonare por hacerme quedar en ridículo. 

- Señorita Camellia Isabelle Gandalf, hoy delante de sus padres el Sr. Facundo Gandalf, y la Sra. Isadora de Gandalf, de su hermana, Padre Benito y mis padres - Carraspea su garganta. La voz le tiembla. Con un delicado gesto me toma de las manos y se arrodilla. No puedo respirar. ¿Qué es todo? ¿Por qué mi padre tiene esa gran sonrisa dibujada en su rostro y mi madre aprieta con más fuerzas de la mano de mi hermana? No siento mis piernas, mi pulso se acelera, mi respiración se entre-corta. Siento mis manos sudar descontroladamente... Otra vez se carraspea su garganta y mirando a mis ojos, utilizando un tono pausado, con una voz dulce- Señorita Camellia Isabelle Gandalf hoy delante de nuestros familiares... ¿Acepta usted ser mi esposa? ¿Acepta usted convertirse en la Sra Camellia Isabelle de Louvices Gandalf? 

-¿Qué?- Grite con sequedad. Es cierto que ese chico había robado todos mis pensamientos desde le primer momento que lo vi, pero de ahí a querer casarme con un total extraño ¡jamas!

Trate de organizar todos mis pensamientos rápidamente. Pero ya no sentía nervios. Ahora una gran rabia invadía mi cuerpo. ¿Por quien me tomaban? No soy esa clase de chicas que se pone a los pies de cualquier hombre que con palabras bonitas proponen matrimonio. Y mi padre, mi madre y hermana ¿en que estaban pensando? Seguramente ellos sabían todos. ¡No aceptare! ¡No aceptare!

-¡NO ACEPTO!- Dije fuertemente apretando mis dientes, más de lo debido, porque termine con un asqueroso sabor a cobre producido por la sangre de mi ansia lastimada.

...

- No importo ni una lagrima derramada, no importo ninguna palabra, ninguna suplica. Ya se había seleccionado la fecha del compromiso formal y peor aún, la fecha para la boda. ¡Mi boda! Nuestro compromiso formal seria dentro de una semana. Pero lo peor no es eso. Mi boda será el 25 de abril. En cuatro meses. ¿Por qué tan rápido? ¿Por qué yo? ¿A caso no les importaba mis sentimientos? Es cierto que desde que lo vi no había dejado  de pensar en él, pero eso no tiene nada que ver con querer casarme. Ahora, a todo esto, como si fuera poco, mi hermana no me dirige la palabra. Se la pasa llorando en su habitación y yo sin saber porque. Mi padre esta que echa fuego cada vez que me ve. No soporta que lo hagan quedar en ridículo y según él lo humille delante de todos con mi actitud "infantil" ¡Solo por haber rechazado la propuesta de matrimonio de uno de los hijos de las familias más influyente en el país!

-Hija ¿con quién hablas?- Escuche a mi madre preguntar desde el otro lado de la puerta.
-¡Con nadie!- Dije con un tono ácido.
- Es que creí escucharte hablar...
-Mamá ¡ya basta! - La interrumpí secamente. No tenía deseo de dar explicaciones. Había pasado todo el día en mi habitación pensando en voz alta y lo menos que deseaba en ese momento era ver a alguien.
- No importa cuanto te guste o no, la decisión ya fue tomada. Tu padre es un hombre de palabras y no te permitiré que lo hagas quedar mal... Ahora, arréglate que la sra. Luvice vendrá a tomar el té con nosotros para hablar de los preparativos de la fiesta de compromiso. ¡Y más vale que te comportes! 

Parecía tan incomoda dentro de aquel elegante traje. Ya no sentía la parte inferior de mis labios, lo había mordido con todas mis fuerzas durante la "gran cena de compromiso". Toda la noche, el tiempo que duro permanecí sentada en la gran mesa cubierta por un mantel amarillo claro adornado por recipientes de cristales llenos de agua rodeando pequeñas velas flotantes. A mi lado estaba él. Tan hermoso, tan perfecto tan...

-Creo que aún no me he presentado debidamente- Decía él acercándose a mi oído hablando bastante alto, un poco intentando luchar con la música que en esos momentos salía de la pista de baile. 

Su acercamiento me tomo por sorpresa. Estaba tan hundida en mis pensamientos que di un pequeño salto cuando sentí su cálido aliento cerca de mi cuerpo. 

-Adolfo Luvices, futuro esposo de la señorita Camellia Isabelle Gandalf.- Sonrió dulcemente haciendo que mi corazón latiera con más fuerza. 
-Mucho gusto- Conteste con un tono de voz bajo, delicado, tímido.

Esas fueron las únicas palabras que cruzamos. Todo era tan raro. ¿Como era posible que me fuera a casar con un hombre al que no conocía? Al parecer el conocía todo de mi...

...

Era domingo. Leía "Hamlet" de Shakespeare en una esquina con grandes cojines blandos y cubierta con una manta de la habitación que mi padre convirtió en Biblioteca para todos, pero en especial para mí. A mi lado tenía una deliciosa taza de nutella con leche caliente adornada con whipped cream y marsh mellow que poco a poco se derretían. La habitación tenía un olor muy peculiar de los libros. Ese olor que me transporta a cualquier lugar. Cada uno hacía lo que más le gustaba. Mi padre leía el periódico sentado en una butaca de cuero que solo él podía utilizar. Mi madre tejía sentada en el gran sofá y mi hermana sentada a su lado pasaba sus nerviosos dedos por su largo cabello, hojeaba las finas páginas del libro "To kill a mockingbird" de Harper Lee. Lo había leído tantas veces pero aún así lo tenía entre su falda. Tenía los pies cruzados y los movía haciendo movimientos ligeros y nerviosos.

Aunque era año nuevo, todos estábamos muy cansados por la celebración de la noche anterior. Vestíamos con nuestra típica ropa de domingo. Pantalones largos holgados esos que se utilizan para dormir, blusas de manga larga y medias hasta las rodillas. Llovía y la casa se sentía tan fresca, tan fría, tan familiar. Por momentos se me olvidaba el enojo con mi padre.


Al parecer nada podía transcurrir con la paz que se sentía. Sonó el timbre y mi padre se ofreció abrir la puerta. Los Luvices se encontraban en el recibidor y mi padre pidió que se sentaran encaminandolos hasta la sala. Ofreció a cada uno una taza de café y nos disculpo mientras mi madre, Alexxa y yo nos dirigíamos rápidamente a nuestras habitaciones para cambiarnos y vestir algo un poco más formal. Quería verme bonita pero lucir algún vestido informal. Ya lista, me mire al espejo pero otra vez esa horrible sensación se apodero de mi respiración. Dude si quedarme en mi habitación o simplemente sentarme junto a él.


Cuando baje las escaleras ya todos estaban ahí. Alexxa había tomado mi lugar al lado de Adolfo y lucía hermosa. Se había recogido el cabello en una trenza, sus mejillas estaban delicadamente rosadas, sus labios tenían un suave brillo. Llevaba un vestido rosado "viejo" a nivel de sus rodillas. Su mirada estaba puesta en sus manos pero tenía una pequeña sonrisa.


Quería salir huyendo cuando todos se pusieron de pies para permitirme pasar. Solo que nuestras miradas se cruzaron y nuestros rostros reflejaban confusión. Entre las dos existía un código. Y justo este vestido, el mismo que ella vestía era parte de nuestro código. Cuando queríamos vernos bonitas y parecer casual lo llevábamos. Resaltaba los atributos más hermosos de nuestro cuerpo. ¿Pero por qué ella vestía el mismo traje? Yo era la que estaba comprometida. Debía ser solo casualidad... Pero tenía que reconocer ella se veía mucho más hermosa con el vestido junto a él.


Me sacudí ligeramente la cabeza como intentando espantar todos esos pensamientos. Todos se hicieron a un lado para que yo pasara. Estaba muy nerviosa. Encontré mi mirada con la de Alexxa para ver si ella me cedía su lugar pero no hubo respuesta por su parte. Me senté en la butaca blanca de piel que acompañaba el gran piano blanco de cola que había heredado mi padre de su padre. Todos hablaban y se reían animadamente. Adolfo y Alexxa parecían muy felices y hablaban con una confianza muy segura. Creo que desde que había llegado de sus vacaciones no la había visto tan brillante, tan llena de luz.


Mi madre invito a almorzar a los Luvices con la excusa de "ahora que seremos familias deberíamos compartir más seguido". La sra. Miranda acompaño a mi madre y juntas preparaban "el almuerzo". Mi padre invito al Sr. Luvices a su oficina para hablar de política, de negocios y por supuesto de nosotros como "futura familia". De pronto solo nos quedamos los tres. Un silencio incomodo. Me daba la sensación de que yo era la que estaba de más allí, junto a ellos. Me di la vuelta y para callar al silencio comencé a tocar una canción que yo misma había compuesto y mi padre había dicho que sería muy famosa si me atrevía a tocarla al mundo. Solo los libros, las letras y la música, me hacían sentir segura. Con ellos olvidaba mis nervios y me transportaba a donde quisiera. Pensé que tocar el piano sería una buena idea para romper aquel silencio incomodo que nos arropaba. Quizás se acercarían a mi y cantaríamos viejos canciones solo escucharían interesados... Al parecer ellos tenían otros planes. Hablaban muy cercas el uno con el otro. En ocasiones sonreían, y en otros momentos se miraban silenciosamente como si quisieran decir todo con sus besos. Todo esto lo podía observar cada vez que miraba sobre mi hombro.

Luego del almuerzo mi padre pide Adolfo que vallamos al jardín, de esta manera podíamos conocernos mejor. Mientras caminábamos entre el sendero de girasoles permanecíamos callados. Su mente sin duda no estaba conmigo. Me columpiaba sobre una madera blanca sostenida con soga amarilla. Mi vista estaba fija en la cocina. Veía a mi madre abrazar a mi hermana mientras ella luchaba por soltarse. En ese momento entro mi padre y con su rostro enrojecido comenzó a caminar de un lado a otro. Sus pasos se veían nerviosos y movía sus brazos agitándolos en el aire. Fue tanta mi curiosidad que me acerque a la ventana ignorando que Adolfo me seguía. Mi hermana gritaba desesperada. 

- ¿Por qué Isabelle tiene que casarse con él si soy yo su novia?

Mi padre golpeo su mejilla como nunca lo había echo. Con horror mire Adolfo quien tenía su piel pálida y sus ojos cristalizados. ¿Qué estaba ocurriendo? Comencé  correr en dirección a la casa. Mi padre golpeaba enloquecido a mi hermana. El sr. Luvices no dejaba de agitar sus brazos y gritar frenéticamente a su hijo. Su madre y mi madre lloraban desconsoladamente. Yo en medio de todos sin saber que hacer. Estaba confundida. ¿Había dicho Alexxa novio? ¿Como? Ella había estado en Oxford y nunca había hablado de algún hombre. Mi vista se nublaba, lo ultimo que alcance ver fue cuando mi padre subía a golpes a mi hermana por las escaleras y Adolfo escaparse entre las manos de su padre para correr en dirección de Alexxa, interponiéndose entre ella y mi padre.  

...


Capitulo 2 "Hay cosas que solo deseo olvidar"


Recuerdo que las ultimas palabras de Alexxa antes de desmayarme fue "Yo fui su mujer". Entonces mi historia termino ese día. Ya no podía ser yo la protagonista de esta novela. Alguien más se había ganado mi lugar. Al pasar los días ya no se hablaba de mi boda, sino de su tristeza. Mi hermana se estaba matando poco a poco. Mi padre había golpeado Alexxa ese domingo como nunca lo había echo. En su cuerpo ya no quedaba rastro de su pálida piel. Grandes y oscuros hematomas habían usurpado su color. No tenia fuerzas para mantenerse en pie y yo, bueno... Ahora es la historia de Alexxa.

Adolfo era un punto negro entre las sabanas que cubren la noche. No tenía lugar en mis pensamientos. En realidad no podía tener lugar. Con solo recordar sus palabras, deseaba que mi mundo se fundiera para siempre... Nuestra casa ya no era la misma. Todo era nada y no tenía sentido nuestras miradas. Mi madre se la pasaba llorando. Mi padre no dejaba de andar toda la casa con ese movimiento de mano y reloj que tanto lo caracterizaba cuando la ansiedad lo atacaba. Y Adolfo... Adolfo... Ya no supe nada más de él hasta hoy.

Alexxa y Adolfo habían consumado su amor días antes de nuestro compromiso formal. Ese encuentro iba ser la despedida por una separación obligada pero no deseada. Pero el destino no tardo en hacer su jugada y nueve meses después, nos encontramos diciéndole adiós Alexxa y recibiendo en nuestros brazos el producto de su amor. Y no es hasta hoy que me doy cuenta que yo solo fui una ficha mal jugada por el destino...

...


 ¿Qué fue lo último que te conté de Alexxa? ¡Ahh! ya recuerdo... La muerte de Alexxa como es normal, fue muy chocante para todos. No alcanzo a ver a su bebe. Regalo su último suspiro a la vida de esa criatura. Mi padre no podía sostener una mirada de cariño a la vida que se unía a nuestra familia. No se perdonaba el trato cruel que le había dado a su hija, pero su coraje con la vida era más fuerte, que sentía un hueco en el estomago cada vez que veía a Sofía. Sí, así nombramos a la bebe de Alexxa. Ella antes de morir, una noche, entre las pocas palabras que decía, comentó que quería llamar a su hija igual que nuestra abuela. Tener a Sofía en nuestras manos era como tener Alexxa. ambas tenían el mismo color de cabello, la misma nariz, el mismo color de piel, los mismos labios y hasta el mismo olor. Era como si Dios quisiera que nunca nos olvidáramos de Alexxa.

Creo que nunca te conté como era realmente Alexxa. Aparte de su belleza inigualable, poseía una inteligencia incomparable. Desde pequeña siempre me cuidaba y cuando las niñas del colegio al que asistiamos se burlaban de mí, Alexxa siempre estaba ahí, para defenderme. En las noches se sentaba junto a mi cama y me leía cuentos. A medida que íbamos creciendo esos cuentos se remplazaban por historias que ella misma escribía. Siempre sacaba un 10 en todas las asignaturas. Era la mejor en su clase y como era de esperarse, fue la presidenta en todas las graduaciones. Sus clases favoritas era la economía y las ciencias. Mientras cursaba su cuarto año colaboro con jóvenes universitarios de ultimo año, en una investigación de algo relacionado con los genes y fue ella la que más sobresalío. Era inteligente, hermosa y yo la admiraba con todo mi corazón. Nunca sentí celos de ella, la veía como mi hermana, amiga y como una clase de "ídola". Los días al lado de Alexxa eran mágicos. Ella siempre hacía que un día nublado o lluvioso se convirtiera en un día de historias. Un día caluroso, entre su risa contagiosa no se sentía. Yo no podía ocultar mi tristeza porque me conocía mejor que nadie. Cuando buscaba alguna respuesta me bastaba mirarla solo a los ojos. Sus ojos eran mi espejo. 

Por eso me dolió tanto descubrir que Alexxa tenía un amor secreto. No me importaba que fuera Adolfo, pero sí que fuera secreto y que no tuvo la confianza de contarme. ¿Por qué para ella era tan importante mantener su amor en secreto? Bueno, en ocasiones pienso que se debía a mi padre. El era un poco más estricto con Alexxa. Pero estaba muy orgulloso de ella. De todos sus logros y el brillante futuro que le esperaba. Quería que ella lograra todos sus sueños y luego se dedicara al amor. Es que Alexxa era diferente a mí. Sabía lo que quería, era muy decidida, se valía por sí misma y los chicos la respetaban mucho. Era más admiración que respeto. Quizás por eso mi padre perdió el control. No se imaginaba que Alexxa fuera capaz de ocultar algo tan importante. Que fuera capaz de enfrentarse ante todos por defender un amor que no tendría lugar en nuestra historia. 

Sí, ya sé que he contado mucho sobre mi padre y Alexxa y sobre mi madre muy poco. Mejor dicho nada. Y es que mi coraje hacía ella en esos momentos era tanto que intentaba ignorarla. A diario mi madre se pasaba reprochando a mi padre sus acciones para con Alexxa y yo en cambio le reprochaba a ella. Culpaba al sr. Gandalf por golpear a su hija, por ser tan desconsiderado y no darle una oportunidad. Pero para mí eso era la "gota que colmo la copa". ¿Como era posible que reclamara a mi padre? Sí, es cierto, él tenía culpa ¿pero y ella? Acaso no se daba cuenta que nunca tuvo el coraje en salir en defensa de su hija. Nunca tuvo pantalones para arrebatar Alexxa de sus manos. Ni siquiera tuvo valor para decirle a mi padre que ella lo sabía. Que no podían casarme con Adolfo. Ella era consiente de todo lo que podía provocar saber la verdad pero prefirió quedarse de brazos cruzados, guardar silencio. ¿A caso le temía? Mi padre nunca puso un dedo encima de mi madre pera hacerle daño. Nunca la trato con hostilidad. Nunca fue violento, solo ese día... No justifico sus acciones. El no debió responder de esa manera, pero ella, ¿Por qué fue tan egoísta? Esta bien que no se faltaran al respeto, pero se trataba de Alexxa. De mi hermana. Yesenia FG 2011-2012


To be continue...

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